Por Lola Pena |
Dicen que no hay alimentos para todos y que por eso existe el hambre en el mundo; pero lo cierto es que se estima que el mundo produce actualmente alimentos para 9.000 millones de personas y tiene 7.200 millones. ¿No será entonces que los estamos repartiendo mal?
Para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria
de cada país, los gobiernos deberían defender y apoyar la agricultura de dicho
país con políticas agrarias que favorecieran el desarrollo de la agricultura
autóctona y familiar que rescata la semilla tradicional, lejos de las semillas
transgénicas que las grandes compañías transnacionales intentan por todos los
medios colocarnos de modo que sigamos dependiendo de ellas para seguir comiendo
año tras año aumentando de paso sus constantes beneficios económicos.
En el mundo hay unos 1.200 millones de personas sumidas
en la pobreza extrema. Para ellos es muy difícil adquirir los alimentos. Las constantes subidas de los de los precios de los alimentos, agudizadas por la
especulación en las bolsas de alimentos, hace que muchos millones de personas
tenga muy difícil el acceso a una alimentación adecuada.
Por otra parte, los
agricultores pobres están siendo especialmente afectados por las consecuencias
del cambio climático. El aumento de la frecuencia y magnitud de los desastres
naturales, y la desertificación de extensas zonas del planeta están destruyendo precarios
equilibrios de supervivencia.
Según
la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO),
a nivel mundial, el hambre se ha reducido en la última década, pero 870
millones de personas todavía están desnutridas, y millones de seres
humanos sufren las consecuencias de las deficiencias de vitaminas y minerales,
incluyendo la falta de crecimiento infantil.
La inseguridad alimentaria
es hoy en gran medida un problema de acceso a los recursos y servicios que
necesitan las familias para producir, adquirir u obtener suficientes alimentos
nutritivos.
La agricultura desempeña un
papel fundamental para permitir el acceso a los alimentos. Más del 70% de los pobres viven en zonas rurales y la mayoría depende directa o
indirectamente de la agricultura para su subsistencia. Aumentar la
productividad agrícola local y autóctona es, por tanto, un elemento importante en la mejora del
acceso a los alimentos.
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