Foto: Lola Pena |
Galicia es algo más que meigas (Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas) y que un plato de pulpo a feira. Galicia es
magia, Galicia es tierra y mar, Galicia es un matriarcado.
Recuerdo cuando de niña venía de la gran ciudad a pasar los
veranos en la aldea en la que estaban mis abuelos. Los hombres, apoyados en la
barra de la taberna, discutiendo sus grandes ideas, no permitían de buen agrado
el acceso a las mujeres a su santo santorum salvo que fuera para servir los
chatos de vino.
Las mujeres estaban en casa, atendiendo de la prole, cultivando el huerto… Ellas eran las que sacaban a sus familias adelante, con
esfuerzo y abnegación, sin presumir de nada. Las mujeres no mandaban en aquel
mundo rural de la posguerra civil española pero al final se hacía lo que ellas
decían porque ellas eran las madres, las esposas, las hijas a las que los
hombres siempre escuchaban en la intimidad del hogar.
De esas mujeres venimos; a esas mujeres queremos parecernos.
Son nuestro ejemplo día a día. Mujeres que aún hoy aran el campo, educan a sus
hijos, arreglan las redes que después se han de lanzar al mar, marisquean en
las orillas de las playas, atienden a los ancianos, y todo en silencio como
para que no se note que están. Pero lo cierto es que están y sin ellas Galicia
no estaría donde está ni sería la tierra tan maravillosa que es. Gracias a
todas ellas.
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