Por Carolina Pena Dovale |
Normalmente son las mujeres las que se preocupan del sustento diario de sus familias; son las que cultivan los campos y cosechan los alimentos que después se a de poner en las mesas a la hora de comer.
Sin embargo, a la hora de ponerse a comer, ese papel principal de la mujer pasa a un segundo o tercer plano. Los hombres son los que comen primero junto con sus hijos varones; después vendrá el turno de las mujeres y de las niñas, que comen las sobras de los que comieron en primer lugar. Esto es un problema social grave que se sigue reproduciendo en muchas sociedades del mundo.
Lo que hay que tener claro para luchar contra esta desigualdad social es que mientras las mujeres rurales, campesinas e indígenas, no mejoren su dieta alimenticia no mejorará tampoco su salud. Si mejoran su salud podrán también acabar con la pobreza que sufren, podrán educar y mantener mejor a su familia...; podrán, en definitiva, salir de la espiral de miseria en la que están inmersas.